Libros

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—¡Si es necesario sembraremos un millón! —Grita Helena, con el cerro en llamas a sus espaldas.

El ejército de los mil niños hace sonar las varas de madera, que suenan como un grito, un rugido, un canto de victoria. Las tropas de seguridad, Egoélite, no se atreven a acercarse, están temerosas, confundidas; los capitanes de tropa no se deciden a ejecutar la orden. Se encuentran paralizados frente a la multitud de rostros inocentes que no amenazan con sus varas, solo las hacen sonar en sincronía.

Los niños no paran de reproducir el ruido en cadencia, tres golpes, pausa, dos golpes, es su llamado a la siembra, al millón de árboles que piden nacer.